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Unas pocas distribuidoras extranjeras tuvieron cines propios en Lima (el cine Metro o el llamado Paramount Tacna, por ejemplo, que pertenecieron a la MGM y a la Paramount, o el Central, que perteneció a la Warner) y no hubo entre nosotros nada equivalente al poderoso consorcio Cine Colombia que, desde hace mucho, es dueño de una buena parte de las salas colombianas, antes y después del corte que supone la llegada de las multisalas. Por otro lado, aquí y en todas partes se estructura una pirámide que tiene en la parte superior a las salas de estreno y en la base ancha a las llamadas salas de barrio. Aun cuando una parte de estas últimas se integrara ocasionalmente a los circuitos de estrenos o que, de modo independiente, estrenaran títulos de menor rendimiento potencial, la amplitud, calidad arquitectónica y la ubicación de las salas en la ciudad era muy reveladora de esa diferenciación.

Los cines de estreno se ubicaban en el centro de Lima (y en los centros históricos de las capitales y ciudades de América del Norte, Centro y Sudamérica) en perímetros más extensos, con fachadas y marquesinas más ostensibles, mayor aforo, comodidad de las butacas, tamaño de las pantallas, etcétera. Estas salas ofrecían preestrenos, muchas veces en funciones de medianoche los viernes y sábados, matinales con cintas de animación los domingos, entre otras “ofertas” propias. Los cines de barrio, en cambio, estaban, en el caso de Lima, en los distritos donde, con el correr de las décadas del siglo XX (antes de la explosión demográfica y urbana que se va acentuando en el curso de los años sesenta) se fue concentrando la mayor parte de la población: empezando por la cercanía al Centro, el Rímac, La Victoria, Breña, Jesús María, Lince, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Pueblo Libre, San Miguel, Barranco y Chorrillos. Aunque unas cuantas eran bastante grandes, la dominante en estas salas fue su tamaño reducido y su aire de espacio vecinal. No eran salas que lucieran la distinción de las primeras y había una marcada diferencia en los precios; tenían sus propias estrategias de marketing: los lunes femeninos o los martes sociales, con entradas rebajadas, intentaban compensar la debilidad de los días de menor asistencia potencial.

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