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Detrás de él, a la vuelta de su inmaculado escritorio en forma de L, la pantalla de su computadora mostraba una alerta emergente que le notificaba que Warner había accedido a archivos marcados. Pero Irwin estaba perdido en sus pensamientos, tratando de decidir cuál de las islas de su corta lista se convertiría en su nuevo hogar.
Para cuando volvió a prestar atención a su monitor y vio la notificación, Warner hacía tiempo que se había ido con copias de los archivos relacionados con Calvaruso y su sustituto.
En primer lugar, Irwin golpeó con el puño su escritorio hasta que le sangraron los nudillos. A continuación, sacó el teléfono de prepago del cajón de su escritorio para informar a su compañero de la infracción y de su plan para remediarla. Tras explicar la situación, colgó y devolvió el teléfono al cajón.
A continuación, sacó un segundo teléfono de prepago (incluso su socio no tenía el número de éste) y llamó a la empresa de seguridad privada que había contratado cuando el proyecto se había puesto en marcha.