Читать книгу Homo Falsus. El discreto engaño de la economía онлайн
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Lo que Pablo no imaginó es que esta bocanada de aire escéptico lo acompañaría en los cuarenta años siguientes, y que le serviría para desenmascarar muchos fenómenos que damos por descontados. Cumpliendo la mayoría de edad comenzó su educación como economista (sí, junto a Gerardo Rovner), y paralelamente explotaron sus intereses por la literatura que dudaba de todo. Primero cayeron en desgracia los visitantes extraterrestres (los de ahora y los que hicieron las pirámides), y pronto se derrumbaron también los fenómenos psíquicos y telepáticos (cuyos intérpretes principales eran el israelí Uri Geller y, en Argentina, el inefable Tusam), el monstruo del Lago Ness (en Argentina, el barilochense Nahuelito), la alquimia, la astrología, y varias otras truchadas. También aprendió que las fantasías podían tener consecuencias negativas sobre la salud: curas energéticas, medicinas alternativas y cirugías psíquicas (esas que te sacaban el cáncer con la mano y sin incisión alguna). Pablo se suscribió a la revista Skeptical Inquirer (hoy Skeptic, dirigida por el talentoso Michael Shermer), y participó brevemente de una institución local escéptica escribiendo un par de notas en su revista Pensar. En nuestro país, el movimiento escéptico tuvo su minuto de gloria gracias a Raúl Portal, que allá por 1994 empezó a desenmascarar a gente que decía contar con poderes mentales, que practicaba la astrología, o que incluso vendía curas mediante técnicas no probadas. Los llamaba “los manochantas”.