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BOX 1: EL ¿FALSO? DILEMA DE PASCAL

El argumento de Pascal es así: supongamos que no sabemos si existe Dios o no, y por lo tanto asignamos una probabilidad del 50% a cada proposición. ¿Cómo sopesarías estas probabilidades cuando decides si llevar o no una vida religiosa? Si actúas acorde a estos preceptos y Dios existe, decía Pascal, tu ganancia es infinita (la felicidad eterna). Pero si Dios no existe, tu pérdida es mínima (los sacrificios hechos para respetar la religión). Pascal propuso calcular la expectativa matemática del beneficio de vivir religiosamente, que es la mitad del infinito (la ganancia si Dios existe) menos la mitad de un número pequeño (la pérdida si no existe). Como la respuesta a este cálculo es infinito, el beneficio esperado de seguir los preceptos religiosos es infinitamente positivo.La esencia del argumento es que hay mucho para ganar creyendo, y mucho para perder si no creemos. Conclusión obvia: es más racional creer. Pero si lo miramos de cerca, del argumento surgen algunas dudas. Como crítica general, se trata de un argumento basado en el miedo, lo que no parece muy cristiano, y su solución se parece demasiado a pagarle un seguro (quizás hasta un soborno) a Dios.Además, podríamos preguntarnos si uno puede creer voluntariamente. Se supone que creer es un asunto profundo y sincero, que viene del corazón. En otro caso, Dios debería darse cuenta de que se trata de un esfuerzo por conveniencia, y si yo fuera Dios… no te dejo entrar a casa.Por otra parte, el argumento de Pascal omite aclararnos cuál de todas las religiones que existen en el mundo es la correcta. Si para invertir en el paraíso nos la pasamos rezando a Jesús, yendo a misa, y no comiendo carne en viernes santo, nos aseguraríamos de entrar al cielo… del cristianismo. Pero si la verdadera religión es la umbanda, entonces seremos condenados de todos modos. En un episodio de Los Simpsons, Homero encuentra exactamente este argumento y lo usa como excusa un domingo para no ir a la iglesia. Un colorario de esta crítica es que el tipo de ceremonias que hacemos no pesen lo mismo en la consideración de Dios, quizás comimos demasiada carne y rezamos demasiado y en el promedio… no alcanza los resultados esperados, alumno. La apuesta asume un Dios que usa la regla simple de castigar al que no cree en él. ¿Pero no sería más razonable recompensar la bondad, la generosidad o la sinceridad? A Bertrand Russell le preguntaron qué le diría a Dios si al morir se confrontara con él y él le reprochara no haber creído. Contestó: “Dios, mil disculpas, pero no había suficiente evidencia”.

Desde luego, es posible que la información provista sólo sea valiosa para nosotros y no tenga valor alguno para la “vidente”, como cuando deseamos conocer quién es nuestra alma gemela, si nos van a ascender en el trabajo, o si el problema de salud de algún ser querido se resolverá favorablemente. Todas esas cuestiones son extremadamente personales y de nada serviría al bolsillo de nuestro servicial oráculo tener acceso a dicha información, por lo que es razonable pensar que, siendo nosotros los únicos interesados en acceder a ella, aportemos a su bolsillo. Allí, la habilidad del futurólogo consiste en no decir nada muy concreto, mezclando entre las ambigüedades ciertos condicionamientos para el que se cumplan sus profecías. Pero claro, estas cuestiones personales poco le interesan a un homo œconomicus, que lo único que desea es que la astróloga le anticipe el número que saldrá sorteado en la quiniela del domingo. Irónicamente, los análisis macroeconómicos modernos asumen expectativas racionales, es decir, la capacidad de cualquier agente de prever de la mejor manera posible el futuro (de la economía). Por lo tanto, no se le ocurra comprar un informe de coyuntura, pues estaría pagando por una habilidad que esos mismos informes suponen que usted ya tiene.

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