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Croad le dio una lista garabateada de contactos, añadiendo un asterisco a aquellos con los que era más probable que hubiera que hablar. En unas notas al pie explicaba que una cruz significaba que probablemente le dirían a Slim que se largara.
El primer nombre en la lista era Clora Ball. Las notas de Croad la describían como «Parece vieja, huele mal, no sonríe. Exnovia de Den».
Su domicilio estaba a un paseo de veinte minutos por un camino estrecho que acababa en un desmañado edificio de dos plantas en el que el piso inferior se usaba como garaje de maquinaria agrícola. Clora vivía en el piso superior, al que se accedía por una puerta a un lado de la casa. Slim se encontró pulsando un botón de un portero automático moderno sin tener idea de qué iba a decir.
—¿Qué pasa? —oyó decir a una voz electrónica a través del receptor— ¿Sabe qué hora es?
Slim miró la pantalla de su viejo teléfono Nokia. Las diez menos cuarto de la mañana.
Le dijo la hora.
—¿Puedo hablar con usted, por favor? Me gustaría preguntarla sobre Dennis Sharp.