Читать книгу Laicidad y libertad religiosa del servidor público: expresión de restricciones reforzadas онлайн
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[§ 28] Esta última es la época de reconocimiento de la libertad religiosa como atributo de cada individuo, a quien el Estado debe respetar en sus derechos más básicos, como la conciencia, el pensamiento y la religión. Tiene intrínseca la identificación de una esencia humana, en cada persona –ya no solo en cada territorio, príncipe o Estado– que propugna la libertad de establecer autónomamente la propia convicción, sin que esta sea influida o vulnerada por el poder político.
El reconocimiento de la libertad religiosa del individuo tuvo una consagración relevante en el Edicto de Tolerancia o de Versalles de 1787, con el que se puso fin al de Fontainebleau, aliviando la persecución en contra de los no católicos, permitiéndoles profesar su religión, congregarse y contraer matrimonio, entre otros62. Pero el reconocimiento definitivo de la libertad religiosa del hombre vino a establecerse en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuando señaló en su artículo 10 que “Nadie debe ser hostigado por sus opiniones, incluso las religiosas, siempre que su manifestación no perturbe el orden público contemplado en la ley”63.