Читать книгу Homo Falsus. El discreto engaño de la economía онлайн
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Si bien hoy son menos comunes que en el pasado, es curioso que estos adivinos sigan existiendo. En parte la razón es que estos futurólogos se han camuflado y ahora ofrecen servicios de una manera mucho más sutil que antes. Lo que entró en desuso no es tanto la creencia en la posibilidad de conocer el futuro (aunque sin duda se redujo), como el envoltorio en el que estas promesas se venden. Consideremos la astrología, cuyo objetivo es predecir el futuro en base a los signos zodiacales. Según un libro reciente del astrólogo inglés Nicholas Campion, Astrology and Popular Religion in the Modern West Prophecy, Cosmology and the New Age Movement (Astrología y Religión Popular en el Oeste Moderno: Profecía, Cosmología y el Movimiento New Age), esta práctica todavía está, por así decir, vivita y coleando. Si bien nosotros ya no somos habitués, estamos seguros de que en los locales nocturnos los jóvenes aún se preguntan sus signos para ver si puede haber “onda” entre ellos. Se estima que el 90% de los adultos conoce su signo zodiacal y el 50% acepta como ciertas las personalidades que establecen. Como decía el humorista catalán El Perich: “La astrología es la ciencia por la que un imbécil llega a creer que es imbécil por culpa de las estrellas”. En Estados Unidos no sabemos cuántos imbéciles habrá, pero alrededor del 25% de la gente dice creer en los horóscopos, lo que no parece especialmente raro teniendo en cuenta que el 37% de ellos creen en las casas embrujadas y el 21% en la mismísima existencia de brujas.