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Así que podemos decir que mercado para la adivinación del futuro hay. Y por supuesto, si hay demanda quiere decir que alguien está dispuesto a pagar, y dado que el costo de producción de inventar el futuro es cero, la oferta aparecerá de inmediato. Pero esto no es suficiente, porque si los que predicen no lo hacen bien (que es lo que esperamos que suceda), irán perdiendo su clientela. ¿Cómo hacer entonces para sostener el negocio en el tiempo? Por un lado, la magia está en la viveza de la adivinadora: utilizar un lenguaje ambiguo, como dijimos anteriormente, tener a mano buenas excusas para los fallos, predecir a muy largo plazo para evitar ser evaluado, son todas técnicas que le permitirán sobrevivir. La oferta debe, de alguna manera, esforzarse para no quedar como una truchada. Por el otro, necesitamos de cierta ingenuidad del cliente o, visto de otra manera, de una tolerancia al engaño suficientemente grande: como ya dijimos, todo agente racional detectaría la trampa con relativa rapidez, tras verificar que el futurólogo no le pega al futuro más de lo que predice el azar.

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