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—Déjamelo a mí. Conozco a un hombre que trabaja para la prensa económica que tiene una oreja en el suelo. ¿Supongo que esto es alto secreto?
—No cuentes más de lo que debas. Me ha contratado un hombre peligroso. El problema que tengo es que no sé cuánto de peligroso.
Don rio.
—¿Cómo te metes en esos berenjenales?
Slim no pudo sino sonreír.
—Tengo que aceptar lo que me ofrecen. Tal vez sea el momento de actualizar mi página web.
—La última vez que la busqué, no tenías ninguna.
—A eso me refiero.
Slim dio los detalles a Don, luego le dio las gracias y colgó. Tomó otra hoja de detrás de su teléfono y la desdobló. En condiciones mucho mejores que la otra, era la lista de tareas que acababa de escribir.
Croad había escrito una lista con casi todas las personas en un radio de unos ocho kilómetros que podrían haberse cruzado en el camino de Dennis Sharp en algún momento. Slim la había reducido a las diez personas que era más probable que supieran algo, pero, en el mejor de los casos, era una lista muy vaga y aun así demasiado amplia. Slim sentía como si se le hubiera pedido hacer una investigación a lo que una fuerza de policía habría asignado un equipo completo. Si quería descubrir la verdadera identidad del misterioso chantajista, tenía que moverse aprisa y le parecía estar luchando contra arenas movedizas.