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Llamó a Donald Lane, un viejo amigo del ejército que había fundado una consultoría de inteligencia en Londres después de dejar las fuerzas armadas. Donald se había especializado en trabajos para la policía y el gobierno, pero había ayudado a Slim en otros casos anteriores.
—Don, soy Slim. Han pasado ya unos meses, ¿qué tal te va?
—¿Slim? Qué gusto hablar contigo, tío. Yo sigo igual. ¿Tú también? ¿Te las arreglas?
Slim sonrió.
—En realidad estoy mejor que hace bastante tiempo. Don, necesito una investigación de antecedentes de una empresa.
—¿Eso es todo? Es fácil. ¿Qué buscas?
—Todavía no estoy seguro. Podría no ser algo que no tuviera nada en absoluto que ver con mi investigación, pero también podría ser algo esencial. Nunca se sabe, ¿no?
—¿Así que estás trabajando en algo? Rumores, acusaciones, chismorreos, ¿esas cosas?
—De eso se trata. Harás bingo si me consigues algunas demandas presentadas. Algo que sugiera algún tipo de delito. Estoy buscando cosas que puedan haber afectado a la comunidad que la rodea. Resentimiento, rencores. Ese tipo de cosas.