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De aquí solo pueden salir muertos.
IX
Los pasos se acercaban y decidí ocupar el puesto de Sebastián. No era algo agradable, pero si la directora tenía razón, entonces saldría como un muerto.
Saqué el cuerpo de Sebastián lo más rápido que pude, lo coloqué debajo del escritorio donde pasaban los maestros y yo ocupé su lugar dejando el miedo con él.
La profesora Rosa llegó al lugar, pero no alcanzó a verme.
Se acercó al ataúd.
Los padres de mi compañero terminaban de hacer los trámites para llevar el cuerpo de su hijo y darle el último adiós.
Como eran gente de dinero todo fue tan rápido. No hubo inconvenientes.
Solo quedaba la amenaza de cerrar el lugar por lo sucedido.
La profesora Rosa empezó a caminar hacia el ataúd, con la intención de ver una vez más a su alumno y despedirse de él, darle el último adiós. Bien podía hacerlo después, ¿cuál era el afán de acercarse? ¿Acaso alcanzo a verme?
Me asusté.
La maestra continuaba caminando hacia mí, me iba a descubrir.
Estaba cerca del ataúd, alzó su mano para levantar la tapa, pero no la abrió, más bien la aseguró.