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—Eres un niño problema. Nadie te quiere. Eres un estorbo para la sociedad.
Esas palabras me lastimaron, me humillaron y lo peor de todo, era verdad.
—Pero ahora recuerdo que sí tienes a alguien.
Y se detuvo. Soltó su tasa de café y se cayó al piso.
No entendí qué pasaba, no sabía qué hacer, estaba desmayada o muerta, no deseaba averiguarlo. Salí corriendo del lugar sin entender que le sucedió a la directora. Nadie iba a creer mi versión.
Corrí por todos lados buscando alguna reja por donde salir, no tenía oportunidades de escape. Estaba desesperado, me imaginaba encerrado en una cárcel por algo que no cometí. Mi cabeza daba vueltas, sentí mareos, náuseas no encontraba una salida, no sabía qué hacer, escuché unos pasos que se acercaban hacia mí con mucha rapidez, no dudé y corrí para no ser visto, no sabía dónde esconderme y ahí estaba, frente a mí, el ataúd de mi compañero, esa quizá era mi única esperanza de escape.
No había otra forma de salir de ese lugar.
Recordé unas palabras de la directora.