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Podemos explicar la ciencia del calentamiento global y cómo éste provocó que ardiera la selva tropical, pero para mí, al menos, eso sólo hace que la respuesta sea más dolorosa y el resultado menos excusable. Sabemos que el Hombre quemó la selva tropical, que no fue un acto de Dios. Se podría haber prevenido. ¿Cómo pudieron aquellos que se suponía que debían liderar y proteger a las naciones, y quienes tenían una amplia advertencia, permitir que la Amazonia y sus tribus indígenas desaparecieran? Muchas de esas tribus habían optado por no intentar sobrevivir en nuestro mundo, y entonces destruimos el único mundo en el que podían sobrevivir.

Los habitantes de la Amazonia siempre habían practicado la agricultura de tala y quema pero, en la segunda mitad del siglo xx, los agricultores y colonos no nativos también comenzaron a utilizar este método. Entre 1970 y el cambio de siglo, se quemaron más de 232,000 millas cuadradas [600,900 novecientos kilómetros cuadrados] de selva tropical de la Amazonia. Entre mayo de 2000 y agosto de 2006, Brasil perdió casi 58,000 millas cuadradas [150,220 kilómetros cuadrados] de bosque, un área más grande que Grecia. En la segunda década de este siglo, los agricultores habían quemado deliberadamente casi 25 por ciento de toda la selva amazónica y, a pesar de los esfuerzos de los conservacionistas, cada año se seguía perdiendo más. En todo el planeta, incluso cuando sabíamos que el calentamiento global estaba ocurriendo y era peligroso, y que los árboles podían absorber parte del mortífero dióxido de carbono, el mundo destruyó más de 12 millones de hectáreas de selva tropical cada año. Así pues, verá que, incluso sin el calentamiento global, tal vez con el tiempo habríamos quemado toda la selva amazónica. Parecíamos impotentes para actuar no sólo en interés de los pueblos originarios, sino también en el nuestro. Ahora sabemos cuánto necesitábamos esa selva tropical.

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