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Siete

A Arya le encantaban los animales, tenía perros, gallinas, loros y le gustaba guardarlos a todos dentro de su casa; también tenía un vivero de orquídeas y un jardín precioso. Su esposo contaba que esos animales dormían en su dormitorio. Nunca lo comprobé ya que pocas veces pasé por el lugar donde compartía con sus más íntimos. Creo que su hogar materno seguía siendo para ella su verdadero hogar.

Una vez realizamos un viaje en su viejo jeep: fuimos a unos parques naturales que son reservas ecológicas de animales y nos quedamos a alojar en un hotel bastante precario que la había contratado para restaurarlo y decorarlo. Por el camino de tierra, entre los animales, ella se bajó a buscar un pedazo de tronco. Después de guardarlo dentro de la camioneta nos acordamos de que siempre hay leones en los parques.

Un trecho más adelante nos encontramos con una familia entera de leones acostados en el camino. No era buena idea bajarse a pedirles que se movieran, ni nos atrevimos a tocar la bocina.

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