Читать книгу El misterio de los días. Claves para sanar y reinventar la vida онлайн
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Me llamaba la atención un cuadro que había en la sala donde aparecía un hombre muy elegante con turbante, túnica de seda dorada, pantalones bombachos blancos y que tenía un cuchillo amarrado en su cinturón.
Reflexionando sobre esta figura pensé que adornar la casa con un príncipe que lucía un flamante elemento cortopunzante mostraba simbólicamente algún gusto por las armas, o por lo menos que eran parte del orgullo familiar, pero no pregunté nada; probablemente era alguno de sus ancestros.
Ese día, especialmente misterioso, Arya me invitó a entrar a la habitación sagrada en la casa de sus padres; una pieza donde solo había un enorme altar con un arco de madera y telas blancas que colgaban como cortinas, las que se mezclaban con cintas doradas. Al fondo había sobre el pedestal un libro abierto.
En señal de respeto había que entrar descalzo. En el suelo había un colchón tapado por sábanas blancas, con algunos cojines para sentarse y orar.
El “sijismo” —me siguió explicando Arya— se remonta a los años de vida de Gurú Nanak (siglo XV), quien nació en una familia hinduista en la antigua India, hoy frontera con Pakistán. Según sus enseñanzas, la religión debía ser un medio de unión entre seres humanos y quería superar las rivalidades entre hindúes y musulmanes.