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Lo despertó un zumbido cerca de su cara. Slim alargó el brazo para aplastar lo que en un primer momento pensaba que era una mosca, pero encontró su viejo Nokia bajo sus dedos entumecidos por el frío.
A pesar de su sopor, le agradó encontrarse el teléfono cargado en una casa barco sin electricidad. Entonces recordó la hora que se había pasado sentado en el retrete de un MacDonald’s con su teléfono enchufado a la pared, esperando una llamada para un empleo en la construcción.
La llamada no llegó y eso había pasado, ¿cuánto? ¿Hacía dos o tres días? Slim trató de sonreír mientras presionaba el botón de respuesta. Menos mal que no había tenido muchas llamadas.
—¿Hola?
—¿Slim? ¿Eres tú? Suenas fatal.
—¿Qué hay de nuevo? ¿Cómo estás, Kay?
El viejo amigo del ejército de Slim que ahora trabajaba como traductor forense rio.
—Estoy bien, Slim. Como siempre. ¿Y tú cómo estás, de verdad, Slim?
—No he tenido mi mejor semana, pero ya es domingo, ¿no? Mañana empieza otra nueva.
—Slim, hoy es lunes.
—Bueno, como ya te he dicho, no he tenido mi mejor semana.