Читать книгу El Encargado De Los Juegos онлайн
9 страница из 62
—¿Está cambiando una adicción por otra?
Slim encogió los hombros.
—Salvo que sabe como si se hubiera preparado hace una semana y se hubiera dejado luego al sol para secarlo, no es una experiencia memorable. —Levantó la taza, tomó un sorbo e hizo una mueca—. Horrible. Tal y como me gusta.
—Cuando nuestro amigo común le recomendó, esperaba alguien con otro aspecto.
—Puedo llevar una gabardina y un sombrero si hace falta —dijo Slim—. Si quiere que fume puros, se los cobraré en la factura. Ahora necesito saber por qué este hombre ha vuelto de entre los muertos.
—No puedo empezar desde el principio, porque no sé cuál es el principio —dijo Ozgood—. Para estar seguro, empezaré en algún lugar intermedio y continuaré desde ahí.
Slim asintió.
—Lo que necesite hacer.
Ozgood se giró en la silla, indicando el campo más allá de la terraza en la que se sentaban y las casas desperdigadas que surgían de los verdes retazos de campos como si hubieran crecido allí de sus semillas.
—Soy el último de una familia de terratenientes. Casi todo lo que ve me pertenece. Y si no me pertenece, es que no vale la pena.