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El éxito de las empresas de Silicon Valley sería el resultado del mercado que se dejó en libertad para que liberaran la innovación. Y normalmente se las contrapone a las empresas “tradicionales”, que se atarían a modelos de negocios ya superados y reclamarían protección contra los rigores del libre mercado. No obstante, el dinamismo tan celebrado que emana de Silicon Valley no radica únicamente en su predilección innata por el riesgo y la innovación.

Una parte del éxito de las empresas que desarrollaron plataformas en la web deriva de un estatuto jurídico preferencial otorgado en los años noventa por los legisladores norteamericanos1. Se trata de un estatuto del que no se beneficiaron las empresas europeas, asiáticas ni canadienses. Un estatuto que vale por sí solo muchas ganancias.

¿Qué es el data mining?

En inglés, se dice que el equipo de Facebook hace data mining con los datos de los usuarios de su sistema, es decir, la extracción o la exploración de datos, la prospección y la extracción en masa de datos personales (big data), o aun la extracción de conocimientos a partir de esos datos. El data mining tiene por objeto crear conocimiento a partir de grandes volúmenes de datos, de crear algoritmos capaces de determinar el comportamiento de las empresas y de los individuos llamados a realizar una cierta acción compleja. Se puede apreciar la metáfora minera, porque ella muestra pertinentemente que los big data constituyen una riqueza natural (que teóricamente pertenece a todos y a nadie), como el agua, el aire, el petróleo, el carbón, etcétera, y cuyos únicos costos dependen, en general, de los trabajos de exploración y de prospección, puesto que no se paga la materia prima. Esto fue considerado así hasta hace poco tiempo, esto es, hasta que nuestra conciencia ecológica nos demostró que todas las riquezas naturales a la larga se agotan y que es imperioso que moderemos nuestros apetitos prevaricadores. Entonces los Estados crearon impuestos verdes, tasas de carbono, fondos generacionales, y decidieron actuar colectivamente para proteger esas riquezas naturales estableciendo reglas en los grandes foros como la COP21 (y las otras que seguirán, puesto que la COP24 en el 2018 es la última a la fecha), o reuniones del G7, del G14 o del G20, gracias a organismos multilaterales como la Comisión Europea, la OCDE o la UNESCO, entre otros. En el caso de la ecología, recién se comienza a encontrar algunas soluciones para enmarcar o regular la fortuna y las prácticas de las gigantes mineras o petroleras.

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