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Y yo en mi mundo imaginario, presentía que le había gustado, que ella también lo deseaba.
Volaba con mis ideas. Ni los pensamientos ni los sueños tienen límites.
Pensé que ella también sentía lo mismo por mí.
Que ella también había soñado con este beso.
Salimos de la habitación y Pedro, su hermano mayor, que tenía once años de edad, nos cerró el paso; había mirado la escena del beso.
Se acercó a Carla y la tomo bruscamente por su brazo derecho mientras amenazaba con golpear su rostro. Intervine inmediatamente para evitar que la golpee, pero de un solo puñetazo en mi abdomen tiró al héroe al piso. Carla quiso ayudarme y no pudo, su hermano le dio una cachetada y se la llevo arrastras. Miré desde el piso cómo la arrastraba. Se alejaron de mí y nunca pensé que sería la última vez que la vería.
Aún pienso en ese día en mis eternas madrugadas en vela, imaginándome que sería de su vida, de su suerte, de su destino. ¿Dónde estará?
Me incorporé a los diez minutos y corrí a buscar a Carla, pero la tía que ya se había enterado del asunto, me cerró el paso, me tomó por mi brazo y a la fuerza me llevó a mi habitación. Una vez que estuvimos ahí me propinó una tremenda golpiza que me impidió dormir toda la noche.