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Slim se apresuró a ir tras Croad, alcanzándolo cuando el hombre mayor se paró en una maraña de maleza que sugería que había algo escondido debajo. Un poco más adelante, un afloramiento de piedra surgía del suelo y tras ella aparecía un barranco hacia un torrente de agua.
—El eje delantero de atoró en esa roca —dijo Croad, tropezando con la maleza y golpeando el afloramiento con un movimiento sorprendentemente ágil—. Los muy cerdos hicieron su investigación y luego dejaron el coche aquí para que se pudriera. Los chicos solían venir aquí a fumar maría, lo llamaban el viejo Den, como si todavía estuviera por aquí.
—¿Siguen bajando aquí?
—Se cansaron que arrancar los hierbajos, supongo. —Croad sonrió—. O se asustaron. Más de un par de jóvenes se sentaron en el asiento caliente y no volvieron a este bosque.
—¿El asiento caliente?
Croad se inclinó y apartó una mata de zarzas retorcidas con las manos desnudas, echándolas a un lado para mostrar una ventana lateral sucia y rota.
—El asiento delantero del conductor. Donde el viejo Den se encontró con su creador.