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—El nombre del tipo era Mickey —estaba diciendo Croad, tamborileando en el volante con los dedos—. Le acabó yendo bastante bien, llegó a ser internacional con Escocia. Pero el día que apareció era el novato en el entrenamiento. La noche anterior a su primer partido con los reservas, le llenamos las botas con polvos de guindilla. Un día de barro y niebla, todo mezclado. Le dio la sarna o algo así. Decía que los pies le picaban tanto que prácticamente se rascaba hasta quedarse sin piel.
—¿La sarna? —musitó Slim, fingiendo interés mientras Croad resoplaba de la risa.
—Al chico le hubiera ido fatal si no se lo hubiera tomado deportivamente… Ah, aquí estamos. La casa de Den.
Una cancela cubierta de viña la separaba de la carretera. El edificio que había detrás (era difícil decir si era una casa) tenía las ventanas tapiadas, pero la puerta principal había sido reventada y la entrada invadida por arbustos y zarzas. Slim salió del coche y se acercó a la cancela, viendo ahora un segundo piso escondido entre las ramas.