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Capítulo Seis
Ozgood le había dicho que durante su investigación no había preguntas que no se pudieran hacer a quien viviera en sus propiedades.
Con una taza de café que había dejado toda a noche en el filtro, Slim dispersó grandes fotos aéreas de la zona que le había proporcionado Ozgood, comparando los edificios y carreteras con los de un mapa anotado.
Las fotos abarcaban treinta años y en ese tiempo un par de propiedades habían cambiado de manos. Otras, que en su momento estaban en terreno despejado, habían quedado ocultas bajo árboles que habían crecido, mientras que otras previamente escondidas ahora se veían solas y aisladas en zonas clareadas o jardines.
La mansión se encontraba en pleno centro, como una abeja reina, rodeada por extensos jardines. Estos iban desapareciendo en un bosque que descendía gradualmente hacia los valles de dos ríos adyacentes, convirtiendo las propiedades de Ozgood en un diamante, aunque realmente no convergían del todo.
Al noroeste del río se encontraba el pueblo de Scuttleworth, un grupo apretado de casas rodeando una iglesia, y rematado por dos tiendas una frente a otra en un extremo y un parque comunal: en realidad poco más que un terreno con matorrales que Slim había visto en su paseo en coche. El cementerio era el terreno más grande, alargándose en dos prados separados por una línea de árboles, aunque al norte de Scuttleworth había un par de naves industriales: un bloque gris que parecía una fábrica colgada al borde de un valle y la otra un espacio gris abierto con varios coches estacionados y un par de vehículos de construcción: un garaje.