Читать книгу El Tigre del Subte . Y otros cuentos del encierro онлайн
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Sus compañeros lo aislaron constantemente, como si sus ojos, o su mirada, o lo que veía, fuese contagioso. Tuvo que lidiar con apodos muy agresivos y humillantes como: “Cara de lémur”, “Cara de sapo”, “El vampiro”, entre otros.
Su familia era humilde. Para ellos las demostraciones de amor eran tonterías y no tenían tiempo para esas cosas. Lo importante era salir a trabajar para llevar el pan a la mesa todos los días.
La depresión no existía en la casa de Cacho; existía la necesidad. Ese fue el marco de los días de infancia, adolescencia y juventud de este joven de grandes ojos.
Por sus condiciones de infancia, obviamente no tuvo la oportunidad de educarse. Ni siquiera terminó la secundaria porque ser el objeto de burlas permanentes había minado su espíritu altruista y emprendedor.
Cacho se volvió apartado, gris, triste. Un hombre apocado. Desde temprana edad se despidió del conocimiento, el bienestar y el amor. Cuando tenía 25 años trabajaba en un taller de soldadura. Era el trabajo ideal; debía usar una máscara que ocultaba sus extraños ojos. Esta lo protegía contra quemaduras, radiación, chispas y partículas de metal caliente. Además, tenía un rectángulo de vidrio oscuro, el cual ocultaba perfectamente su rareza de las burlas.