Читать книгу El Tigre del Subte . Y otros cuentos del encierro онлайн
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El 25 de agosto de 1963, a las 15 horas, el corazón de Cacho dejó de latir. Cumplieron la promesa. Fue una muerte tranquila, sin dolor y sin violencia.
Una hora después, un algarabío marcó para siempre los muros de la prisión. Pepa gritaba como loca. No podía creer que hubiesen ejecutado a un hombre por su muerte. Ella solo se había peleado a golpes con un amante. Como consecuencia tuvo fractura de nariz, la cual sangró mucho y huyó de la escena. Decidió no volver a ese pueblo de mierda, como ella le decía siempre. Pero, al enterarse por el diario de la terrible noticia, regresó tan pronto pudo para evitar la injusta ejecución.
Desencajada y enardecida gritaba.
—¡Él no cometió ningún crimen!
El psiquiatra le contestó:
—Nosotros tampoco. Le hicimos sentir a Cacho como si hubiésemos cortado sus venas, pero en realidad le pasé mi uña por su muñeca, simulando un corte. Con un gotero de forma continua dejamos caer agua tibia sobre su piel. Él sintió que era su sangre. Escuchó este goteo, y así lentamente falleció. Cacho murió por sugestión.