Читать книгу El Tigre del Subte . Y otros cuentos del encierro онлайн
24 страница из 41
El 14 de mayo de 1962, a las 8 horas, cuando Cacho llegaba al taller, encontró cerca de la puerta una gran mancha de sangre en el asfalto y un zapato rojo con tacón de aguja. Cacho sabía que era de Pepa. Se arrodilló con el corazón en la mano y acarició con mucha suavidad el zapato. Sus ojos escasos de párpados no pudieron llorar, pero su corazón se desbordó de llanto y zozobra.
El 13 de septiembre de 1962, a las 16 horas, se leyó la sentencia. Cacho había sido incriminado por el crimen de Pepa, y aunque nunca encontraron el cadáver, todos hicieron conjeturas que se volvieron pruebas incriminatorias.
“El monstruoso hombre anormal, resentido, se enamoró de la prostituta y la mató”, dijeron. Ni siquiera una prostituta se habría podido fijar en él. Todo era contundente. Lo encontraron con el zapato en sus manos, de alguna hábil manera desapareció el cuerpo de Pepa y las únicas huellas en la escena del crimen eran las de Cacho. No tuvo abogado defensor; a nadie se le ocurriría defenderlo.
—¡Pena de muerte! —sentenció el juez.